Mi abuelo Julián y mi abuelita Edelmira leían cada noche algún fragmento de un libro. Se leían entre sí en voz alta y de noche en noche iban avanzando en las novelas como una especie de Sherezada y su príncipe. En esas ocasiones mi mamá no leía sino que a hurtadillas escuchaba detrás de una puerta lo que ellos narraban en voz alta, cuando debía estar dormida en otra habitación. Hasta que una vez se durmió mientras escuchaba y fue descubierta. Ahí terminaron los escuchas a escondidas.
Para tener en cuenta: mi abuelo murió cuando mi mamá tenía sólo 9 años. Hay cosas que se heredan y no son necesariamente rasgos físicos o propiedades. Me fascina leer en voz alta y también que alguien lea para mi. Como lectores de tabaquería.
viernes, mayo 19, 2006
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1 comentario:
Muy bonita la cronica Mauricio,
Produce nostalgia y un calorcito de hogar lo más de rico.
Un saludo
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