Cuando mi mamá era pequeña llevó de una finca de Montenegro (Quindío) a Armenia, donde vivía, una ardita (ardilla) a la que llamó Mirta. La tuvo con ella tres meses aunque el animal era necio y dañino y aprovechaba que la casa tenía columnas y vigas de madera para roerlas. Era evidente que mi abuela no estaba muy contenta.
Un día, al llegar del colegio, mi mamá extrañó a su ardita. Mi abuela, sin proecuparse, le dijo que la había vendido por 50 centavos que necesitaba, a una niña que la iba usar para un experimento en su colegio. Esa cantidad alcanzaba para el almuerzo de la familia y a veces hacía falta esa plata.
Si a mí se me retuerce la tripa, no imagino lo que siente mi mamá al contarnos esta historia.
viernes, agosto 25, 2006
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2 comentarios:
Le puede dar un beso a su madre de mi parte, por favor!!!
Lo mejor de la historia es la inocencia de la tres mujeres. La de tu mamá, la de tu abue y la de la niña.
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